domingo, 29 de mayo de 2011

capítulo 1. Daños colaterales


cap.1:   daños colaterales.

A cada segundo que pasaba parecía que el reloj iba más y más lento, hasta había momentos en los que juraría que estaba totalmente quieto. Un constante zumbido me taponaba los oídos mientras que un murmullo se hacía cada vez más insistente, y justo cuando ya parecía que no podía haber más tensión en el aire sonó el timbre.

Rápidamente todo el mundo estaba apelotonado en la puerta, yo me tomaba mi tiempo, al fin y al cabo iba a tener que esperar a Leo. Leo, dios... seguro que andaba por ahí mirando culos. Casi al momento vi aparecer su gracioso cuerpecito esquivando a la gente. Su sonrisa me demostraba que en lo referente a los culos... este fin de semana no iba a contentarse tan solo con mirarlos.
-Buenas Eva, ¿que tal?
-joder, ni que no nos hubiéramos visto en un mes. Te perdí hace unos 5 minutos. A veces me gustaría saber que es lo que haces cuando desapareces así.
Leo abrió la boca para contestar pero fui más rápida.
-¿Sabes? Ahórratelo, de repente no estoy muy segura de querer saberlo.
Las dos nos callamos, silencio, algo muy superior a Leo.
-¿Sabes E? Deberías empezar a sacarte a Sergio de la cabeza.
Me limité a asentir.
-Hoy he hablado con Álvaro. Vamos a quedar mañana por la noche.
De modo que no me equivocaba demasiado con respecto a sus planes para el fin de semana.
-... te podrías venir, y además si le digo que vienes seguro que llama a un amigo y oye, pues a lo mejor...
-Leo.... ¡Leo! para, no quiero ningún amigo, y tampoco quiero estropearte la cita con Álvaro.
-Eva sabes que no me importa.
-También tú sabes que a mí tampoco.

Mientras caminábamos le iba dando pataditas a las piedras, alguna que otra vez con más fuerza de la cuenta, intentando sacar de una vez por todas mis preocupaciones, intentando alejarlas, espantarlas. Por raro que pudiese parecer que Leo se fijara en algo que estuviese más allá de sus pestañas, lo advirtió.

-E... ¿de verdad que no te ocurre nada? quiero decir... te lo he preguntado mil y una veces hoy pero, me parece que no eres del todo sincera.

No, no se lo podía contar, no le podía contar a mi mejor amiga que en los últimos tres meses, detalles de mi vida que nunca antes me había cuestionado se habían puesto patas arriba, no le podía decir que el mundo se me venía encima. En lugar de decírselo solo me salió:
-Lo sé. Siempre te voy a contar todo.
-Bueno pues aquí me quedo, que tengo una cita.
-¿Otra? ¿Con quién?
-No le conoces. Ah! una cosa...
-¿Si?
-Deberías hablar con Noelia.... me parece que le pasa algo. Sácale sea lo que sea de la cabeza. Ella confía en nosotras... y ya sabes, ¡mi cita me espera!


Dicho esto, me lanzó un guiño que hizo que sus rizadas y (apegotonadas por el exceso de rimmel,) pestañas se uniesen por un microsegundo y dio por terminada la conversación, ya estaba, me pasaba a mí todo el marrón, si Noe estaba mal ahí estaba Eva, que ella no se iba  a mojar. Continué caminando hasta casa a pesar de poder haber cogido el autobús como solía hacer, había momentos en los que andar sentaba de maravilla. Necesitaba pensar, además ¿qué me había dicho Leo sobre Noe? Solo ella era capaz de decir algo así y luego marcharse como si nada. Solo ella era capaz de eso... y de perder la cuanta de los chicos con los que se acostaba, pero a decir verdad eso no venía mucho a cuento. ¿Qué le ocurriría a Noe? Ya me ocuparía de ello más tarde que antes estábamos mis problemas y yo.

Sergio llegaba tarde, en realidad tardísimo, no podía explicarse como podía habérsele pasado lo de esa cita, ¡Con la importancia que ella le daba a esos detalles! Casi por instinto, su mente ya estaba maquinando la excusa perfecta, aunque por otra parte sabía que dijera lo que dijese iba a ser en vano. A ella le daba igual lo que los demás tuviesen que decir; ella siempre tenía razón. Todo lo contrario a Eva.

El sol me daba de lleno en los ojos y el sudor empezaba a resbalarme por las sienes, me faltaba aun un buen trecho para llegar a casa y ya me había jurado a mí misma que otro día me lo pensaría dos veces antes de declinar definitivamente la idea del autobús. Me rugían las tripas de hambre y el dolor de pies iba en aumento, cuando lo vi aparecer. Iba corriendo, parecía que, como de costumbre llegaba tarde para algo, o tal vez para alguien. Bajó los escalones de tres en tres y cruzó la carretera sin detenerse a mirar el tráfico. Desapareció con la misma rapidez con la que había llegado, pero el mero hecho de verlo después de tanto me hizo derrumbarme por completo. Había sido tanto para mí que costaba creer que ya no estuviera ahí. De pronto mi casa pareció estar muchísimo más lejos que antes.


Mientras tanto él seguía corriendo. Pero ya no pensaba en una excusa. Ahora tenía algo mucho más gordo de lo que preocuparse. Eva. Había sido muy raro, verla aparecer así, después de tres meses. Estaba igual que siempre, sólo le había faltado sonreírle, pararlo e interrogarlo como sólo le estaba permitido hacer a ella. Sergio estaba completamente seguro de que lo había visto, pero no había hecho nada por volverse, por entablar algún tipo de conversación. Nada. Con todo lo que había sido para él que ya no estuviese ahí parecía imposible. Claro, que él tampoco había hecho ningún gesto por acercarse. Se paró en seco. Eso podía cambiar. Dio media vuelta y empezó a correr para alcanzarla. Que se enfadase su chica. Una cita con ella no le iba a devolver a "su Eva". Aligeró el paso al máximo, siendo consciente de que debería haber hecho eso mucho antes. Mientras se entregaba a la carrera las tres letras de su nombre resonaban cada vez más entre las paredes de su cabeza, y cuando la vio no pudo evitar gritarlas.

-¡EVA!


-Pero Leo... ¿Estás segura?
-Venga ya, tú también ¿no?
-Si, pero...
-¿¿¡¡Pero qué joder Adri!!??
El tono de Leo demostraba que era una pésima actriz. A Adrián le encantaba cuando se ponía así, conseguía quitarle todo de la cabeza, incluso el hecho de lo que estaba haciendo.
-¿Y ahora qué?
La voz  impaciente de Leo consiguió sacarlo de su ensimismamiento.
-No he traído ninguno.
-¡Bah! por una vez...
-Pero Leo... ¿te das cuanta de que podrías...
-¡¡Shh!!
Leo le colocó un dedo sobre los labios y con toda la picardía del mundo le dijo al oído:
-Eso tan solo serían... daños colaterales.
Leo le sonreía, Adri se derretía, y los dos cayeron sobre la cama, sin preocupaciones, que de esas ya se ocuparían más adelante.


-¡¡¡EVA!!!

Mierda, jamás me había afectado tanto oír a alguien pronunciar mi nombre. Hice como que no había oído nada, pero yo conocía a Sergio incluso mejor que él mismo, y sabía que no se iba a rendir tan solo por haber sido ignorado una vez.
Seguimos caminando y la distancia entre los dos se recortaba cada vez más, hasta el punto en el que pude sentir su aliento en mi nuca.
-Perdóname Eva.
Fue entonces cuando me giré, y con cara inexpresiva y voz de autómata pronuncié las palabras que tanto había ensayado y que, aun así seguían sonando artificiales.
-No, Sergio, NO te perdono.
Y eché a correr, sin parar a ver el efecto que surtían sobre él. Dos gruesas lágrimas habían conseguido vencer la barrera de mi orgullo y ahora desfilaban por mis mejillas sin que nadie tratase de detenerlas. Entré en casa y me encerré en mi habitación con un portazo y la intención de no salir de ella en mucho tiempo. Me derrumbé sobre la cama y ya no reprimí más mi llanto. Alguna vez alguien me había dicho que si era por una buena razón, hacerse daño a una misma serían simplemente daños colaterales. Pero aún así dolía.



4 comentarios:

  1. Woo Raquel no sabía que escribías tan bien, está muy bien. ¿Para cuando el próximo?

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  2. Es, impresionante, he leído el primer capítulo y estoy enganchadísima, mi mas sincera enhorabuena.
    Espero que esto sea el comienzo de una gran carrera.
    Saludos, una Fan.

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