Cap.3: sin miedo a sentir.
Volví a casa en cuanto me aseguré de que Noelia iba a estar bien. Subí los escaloncitos de la entrada arrastrando los pies y giré la llave en la cerradura .Solo dio una vuelta, lo que suponía que mamá estaba en casa. La encontré de pleno al entrar. Estaba sentada con la cara inexpresiva y las ojeras que iban ganando terreno en su cara, día a día. Había adelgazado alarmantemente... nadie diría que era la misma de antes.
-Hola mamá.- solo me miró, con esa mirada que suele ir acompañada de una sonrisa, pero no, no le quedaban de esas. Me recordé a mi misma que debía seguir tratándola de convencer para que fuera al médico, pero en vez de decirle nada le di un beso fugaz en la mejilla y subí a mi habitación.
Ni siquiera me puse con los deberes, ya se los pediría a Noe. Dejé los zapatos sobre la alfombra que por cierto me habían costado un riñón. (Los zapatos, claro, la alfombra era de las baratas del ikea, de esas que te cuesta creer lo que ves cuando miras la etiqueta). Con el dedo del pie le di al play y minutes to midnight empezó a sonar. No tenía ningún sueño, más bien ganas de salir y divertirme. Que ya era hora.
Leo estaba sentada en la arena. Le encantaba sentirse así. Se le estaba haciendo tarde pero en cierto modo daba igual, nadie le iba a echar la bronca como a cualquier adolescente normal, ventajas que una tiene cuando se pertenece a una familia a la que se calificaría de disfuncional sin problemas. Acarició la arena con los pies descalzos, y dejó que el sonido de las olas le acariciase a ella.
Sergio paseó los dedos por las cuerdas, una a una, por las seis, nostálgico. Su habitación parecía extrañamente vacía, y ya era hora de intentar, (al menos intentar) arreglarlo. Les sacudió el polvo. Era sorprendente la cantidad que se podía acumular en tan solo tres meses. Puede que ya fuese hora de volver a usarla, cogió un bolígrafo y se puso a escribir. A escribir, a tachar, borrar... Una a una las notas, y también los dedos iban encontrando su posición, la adecuada para que fuese como debía ser para ella. Única. Eva.
Noelia, en casa, sonrió, Eva tenía razón. Leo no era la persona más indicada para dar consejos, ella no conocía a Adri, aunque conociendo su historial era mejor así mientras más lejos de un tío mejor. Prefería hablar con él y que le explicase las cosas.
Como si hubiese estado escuchando Leo marcó el número de Adri. Tenía ganas de hablar con él, pero lo pensó mejor. Le mandó un mensaje y apagó el móvil, así le sería técnicamente imposible poner una excusa para no quedar esa noche, y para ser sinceros... tenía muchísimas ganas de verlo. Además la arena podía llegar a ser una alternativa interesante.
Mi mal humor iba en aumento, estaba encerrada en casa, concretamente en mi cuarto, y para colmo a mi madre le había dado otro de sus ataques de nostalgia. (De ahí que no saliera de mi cuarto... cuando mamá llora, llora lo suficiente como para dar dolor de cabeza a la mitad de la población mundial)¿Pero es qué esa mujer era tonta? Yo la quería muchísimo, pero ¿nunca iba a aprender? Y para colmo nadie, pero NADIE parecía poder quedar. Le di una patada a la mochila, mierda, Leo había quedado, últimamente la llamase cuando la llamase estaba apagada o fuera de cobertura, mierda Noe con Adri, otra patada, mierda, dolor de pies. ¿Y yo? ¿A quién le importaba? La respuesta no se hizo mucho de rogar. Sonaron los altavoces de mi ordenador (también de los baratos, por cierto). Tenía un mensaje instantáneo."¿Nos vemos donde siempre, y a la hora de siempre? Será como si nunca hubiese sucedido".
Llevaba tres meses esperando ese mensaje, e intentando evitarlo, así que lo más lógico habría sido ignorarlo, desconectarse o ¡Qué se yo! Pero la alternativa resultaba demasiado tentadora. Me lo debía a mi misma. Y con una sonrisa y sin miedo a sentir salí a la calle. La noche prometía. Sergio.
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