viernes, 5 de agosto de 2011

Capítulo 4: Barra libre.


Adrián, dos chicas, un dilema. ¿A quién le hacía caso? Noe quería hablar con él, pero sólo eso, hablar.
Tenía claro que de ella no iba a conseguir otra cosa, y en realidad nunca le había importado, pero ahora que lo había probado... Leo.  Su risa fácil, su figura, graciosa, como una muñeca. Su forma de decirle las cosas y de no dejarle contestar, su... su todo. Parecía que no había mucho que elegir, estaba claro, pero, pobre Noe, encima de todo iba a tener que preocuparse por su repentino dolor de cabeza.

Por fin iba a verlo. Inspiré hondo y volví la esquina. Un millón de dudas me asaltaban, me daba pánico mirarlo a los ojos, y encontrar algún rastro de rencor en ellos, tenía pavor a que no fuese todo como antes, un antes que era difícil de mejorar. Me daba miedo... el miedo puede adoptar muchas acepciones diferentes, pero sin duda, todas ellas se ajustaban a lo que yo sentía.
Para el que se pierda: Sergio y yo siempre habíamos estado juntos. Siempre, sin excepción. Primero, cuando nos conocimos como amigos, el típico amigo con el que tienes una química especial. Luego llegaron las conversaciones interminables en el MSN, las largas llamadas telefónicas, y de ahí... ¿De ahí a mi cama? suena un tanto cerdo, pero fue así como ocurrió. Una vez haber dado aquél paso nos sentimos conectados, Sergio y yo éramos como una sola persona, habíamos encontrado cierto equilibrio. No éramos ni viejos amargados como Noe y Adri, ni cabezas locas como Leo. Nos queríamos... nos queríamos mucho, disfrutábamos como niños pequeños, nos peleábamos a puñetazos, para luego firmar una tregua con un beso de los que mi prima pequeña llamaba "de mayores". Salíamos juntos igual de cena romántica que para ver una película de risa, tal y como podías hacer con un "mejor amigo". Pasamos juntos un año. Justo después de nuestro primer aniversario Sergio apareció llorando y con una terrible noticia.

 El teléfono de Adri parecía estar completamente loco. No dejaba de sonar y sonar. De media una vez cada... ¿Medio minuto? ¿Pero qué se había creído Noe? ¿Que no se lo cogía por gusto? Le había dicho que estaba enfermo, que el dolor de cabeza lo estaba matando, y si estaba enfermo, no le iba a contestar la llamada ¿tanto desconfiaba de él?  Menuda... menuda nada, tenía todo el derecho del mundo para pensar así. Tenía todo el derecho... y toda la razón. Se sintió culpable, muy culpable, demasiado. Pero eso no le iba a impedir quedar con Leo, que por cierto ya le debía de estar esperando. Se desprendió de las zapatillas con una sacudida y se calzó las chanclas. Playa nocturna. No le convencía del todo, iba a tener que arreglarlo.

Al pensar que lo volvía a ver me ponía feliz, cada célula de mi cuerpo parecía notarlo, de hecho, juraría que podía sentir cada una de ellas saltando, haciendo que mi corazón se acelerase. Eso siempre me había ocurrido estando con él. Sergio, mi corazón, velocidad. Pero no me importaba. Me había acostumbrado, me gustaba acercarme, sentir el calor subir, tener ganas de gritarle algo. Era algo adictivo, una droga. Era MI droga, y con él, tenía barra libre. Lo miré con cara de haber visto un fantasma... y no pudo evitar soltar una risotada, por supuesto, yo tampoco. Era increíble que después de tanto toda esa química siguiese intacta. Era increíble, pero a la vez, una gran suerte. Lo que no era tan positivo era el aspecto que "mi Sergio" ofrecía. ¿De veras era él? Esa misma mañana, al verlo, no me había fijado, pero estaba tan cambiado... Seguían siendo sus ojos, los mismos ojos verdes que me miraban cuando él me besaba, pero una sombra oscura comenzaba a rodearlos, haciendo que perdiesen parte de su encanto natural. También su sonrisa era la misma pero ligeramente afectada por los sarpullidos, y su pelo... su pelo no era diferente, simplemente no había pelo. Se había ido.

El ojo se asomó a la mirilla y recorrió a su invitado de pies a cabeza. Chanclas playeras, bermudas a  cuadros y la camiseta de marca tan fea como cara que Noe le había comprado hacía unos meses.
-Pasa, te esperaba.
Adrián pasó al vestíbulo sintiéndose incómodo, casi estaba esperando que alguien le prendiera en la frente una gran multa por allanamiento de morada. Una mirada crítica recorrió todo el salón. Estaba decorado con buen gusto... con buen gusto para cualquiera que hubiese vivido en los años 20. El papel de flores que cubría cada milímetro de la pared estaba despegado en las esquinas, dejando ver otro aún más horripilante, a rayas; las cortinas estaban raídas, y el sofá crujía al moverse.
-¿vas a quedarte ahí de por vida, o prefieres que te enseñe el resto de la casa? Al fin y al cabo me has chafado mis planes de playa sólo para verla.
Leo lo miraba con los ojos fijos -como para decir que no- mientras daba golpecitos con los talones en la (también raída) alfombra.
-Enséñame lo que quieras, aunque ya que estamos así de generosos podrías empezar por mostrarme...
-shhh, lo primero que voy a mostrarte la puerta.
Adrián se quedó en el sitio.
-Oye que cambios de humor tenéis las tías ¿no?
Hecho, qué fácil, ya había caído. Colocó la más pícara de las sonrisas y matizó lo que había dicho.
-Lo primero que te voy a mostrar va a ser la puerta de mi dormitorio.

Así fue como acabó todo. Entre lágrimas. Apenas alcancé a balbucear ¿Cáncer? cuando me lo contó. Una vez oí en un documental de televisión que cuando una persona recibe una noticia que la deja en estado de shock hay varias fases. Primero está la negación, y como persona humana que soy también pasé por ahí. No, Sergio no se podía ir. Era un chico sano, hacía deporte y jamás había fumado. Vale, habría ido a algún que otro botellón pero de ahí a estar enfermo... ¿Por qué a él? Según ese mismo documental precisamente ésa era la segunda de las fases del proceso de asimilación: La ira y las preguntas sin respuestas. ¿Qué había hecho él para merecerlo? ¡No! ¡No era justo! Había tantas personas por ahí malgastando su vida que resultaba frustrante y casi una broma del destino que le tuviese que ocurrir a él. A mi chico. Recuerdo que lloré, que lloramos juntos, hasta quedar sin lágrimas. Pasamos muchísimo tiempo juntos, intentando no malgastar ni un minuto de lo que nos quedaba, de lo que a él le quedaba, recuerdo tantas cosas... También estuvo aquella noche en la que los dos, ciegos de amor y besos decidimos hacerlo eterno, decidimos que Sergio debía de permanecer a mi lado para siempre, costase lo que costase. Cometimos una locura. 

lunes, 11 de julio de 2011

LA MUDA. considérala un insulto.


Escúchala reprimiendo el impulso de sonreir por el mero hecho de que la bailases ayer en la feria/fiesta/disco.
Vuelve a escucharla, y esta vez fíjate en la letra.
Ahora date la vuelta y procura no vomitarle al teclado.
¿En qué cabeza cabe que en mitad del siglo XXI un hombre quiera una mujer callada? Vale, los hay, es inevitable y es imposible cambiar la forma de pensar de las personas, pero lo que resulta impactante es ver a una chica de 12 años cantándola a voz en grito.
No debería ser así. ¡Es degradante! Tantos años, tantos movimientos de protesta (y por qué no, también tanto dinero invertido) para erradicar las diferencias de género para que ahora llegue una canción pegadiza y vayamos todos clamando que queremos una mujer que aunque no le guste, que tome, y no diga na'.
Y no critico al músico, al autor de la letra o al pobre cantante. Critico a la persona, que llega a su casa y la busca en spotify porque le mola.
Lo siento.
Me mata.

Perdón olvidaba la mejor frase, y por supuesto, mi preferida: "quiero una mujer que no salga sola"

¿emotivo verdad?

Una mujer importante en mi vida.

Cada libro tiene algo especial, unas palabras, un olor o un sonido siempre  se oculta entre sus páginas. A veces, cuando los abres, te dan de lleno en la cara, otras, apenas consigues adivinarlos, y sólo después de mucho pensarlo los identificas con algún recuerdo rescatado del fondo de ese lugar al que va todo lo que se olvida. También hay muchos que no te trasmiten absolutamente nada. Están aquellos a los que se les da demasiada publicidad, y que no dejan de ser tinta sobre papel , también los aburridos, los que te hacen llorar, o los que te cuestan una noche sin dormir sólo para ver que ocurre con tal personaje. Pero hay algo en los que todos coinciden: cuentan una historia.

El que yo tenía entre las manos no contaba una historia, contaba mucho más... contaba una vida, una corta, pero vida al fin y al cabo. Una vida que yo no había sabido aceptar tal y como era, una vida que, por mucho que yo quisiera no iba a volver.
 Una frase estúpida, pero inusualmente apropiada se me vino a la cabeza; es verdad, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Y lo que más duele de todo es perder una hija.

Era 6 de abril de 2010. Y todo había acabado, pero no de la forma que me habría gustado. Yo había pensado en... un "lo siento, lo he pensado mejor y he dicho una barbaridad" o incluso un "me he equivocado, quiero que todo vuelva a ser como antes", pero no así, no en un lúgubre cuarto, en la parte de atrás del cementerio, sentada, rodeada de caras conocidas que jamás veía y  que sólo estaban allí por cumplir. Y todo por tratarse de algo que no sería calificado de "normal" por la sociedad. Y por mi misma.

Una mano se posó en mi hombro, y con toda la delicadeza que pudo me murmuró tras la oreja.
-Le habría gustado que lo leyeras.
Sólo entonces recordé lo que sujetaba. Bajé la mirada y observé la cubierta raída del diario de mi hija. Retiré el polvo con la yema de los dedos y lo abrí.

Desaparecieron las paredes blancas, la bombilla aislada que alumbraba la sala, el enorme crucifijo de la pared, las personas, los sonidos, los olores... y sólo quedamos mi hija y yo. En un último encuentro, antes de llegar el momento que irremediablemente se acercaba. El adiós.
Su escritura torcida, turbada, hizo que el corazón me quedase en un puño. Por alguna extraña razón ahora la sentía mas cerca. Comencé a pasar las hojas del grueso tomo. Aún recordaba haberle regalado ése mismo cuaderno forrado muchos años atrás, y me resultaba irónico que fuese ése el que hubiese elegido ella para recoger todo lo sentía. Entornando los ojos comencé a leer  lo que me parecía un mensaje del más allá.
Las emociones de una madre no son fáciles de reprimir, pero hice todo los esfuerzos que pude para no llorar al ver lo que había escrito mi pequeña con tan sólo siete años.

"Hoi la seño nos ha puesto un examen era difícil pero me e copiado de eva  luego la seño me a pillado y luego me a dicho que valla a jugar al patio con mis amigos y que soy un niño muy guapo yo le e dicho que no pero no me a echo caso..."

Seguí  leyendo con un nudo en la garganta, y con pasar un par de páginas adelanté varios años en su vida.

"Hoy lo he pasado fatal. Luis se ha reído de mí porque le he contado que nunca me he hecho una paja. No sé, no me gusta imaginármelo. Para colmo he cateado mates..."

Avancé más, haciendo esfuerzos.

"Han convocado un concurso de literatura en el instituto. Son tan originales...  hay que escribir sobre una mujer que sea o que haya sido importante en mi vida y la verdad es que conozco una, y muy bien, también me gusta escribir pero... ¿Me arriesgo?..."

Y un poco más hasta unos días antes de que decidiese tragarse dos botes de pastillas y media botella de ginebra.

"Lo voy a hacer, siempre puedo decir que no estaba escribiendo sobre mí que era un relato ficticio... lo veo genial, ¿Qué mujer podría ser más importante para mí que yo misma? Si, me llamo Marcos, pero no me siento como tal. NO es mi nombre. No DEBERÍA ser mi nombre. Soy una mujer. Soy consciente de ello en todo  momento, desde que tengo uso de razón... pero sé que no es tan sencillo. Hasta ahora jamás me había atrevido a ponerlo por escrito...  Y me duele callarlo. Me gustaría poder gritarlo poder salir a la calle subir a la torre más alta y gritarlo, alto, fuerte. Fuera. O por lo menos a mamá..."

Por primera vez el dolor fue más fuerte que yo. Las lágrimas rompieron la barrera de mi orgullo y corrieron repentinamente libres por mis mejillas.
Mi hija, la que yo había estado llamando Marcos durante 14 años y 65 días tuvo el valor de decírmelo. Confió en mí. Y yo la decepcioné. No la creí, pensé que era un capricho adolescente, y casi me reí de ella. Yo la empujé a hacer lo que hizo, yo, como parte de la maldita y ciega sociedad. Porque todos formamos parte de ella, y todos creemos que reaccionaríamos de diferente forma ante cualquier caso como el de ella, pero no. La gran mayoría de nosotros no pensaría en darle un abrazo y las gracias por haberse abierto a nosotros. No. La gran mayoría pensaría en darle un psicólogo y un bote de pastillas. Me levanté. Si ya  había dejado  a mi hija tirada una vez no lo iba a hacer una segunda. Lo iba a reconocer, a afirmar hasta quedarme sin aliento, a gritarlo en su nombre si hacía falta.

Mi hijo Marcos podía ser la mujer más importante en mi vida. Y de hecho lo era. Se lo merecía.

viernes, 8 de julio de 2011

Desde dentro.

Hoy ha sido un día extraño.
Miro a mi alrededor y son las tantas. 
Estoy rodeada.
Lo sé, mi hermana durmiendo no supone ningún peligro, pero aún así estoy  inquieta.
¿Qué me ocurre?
Tal vez necesite desaparecer un ratito del mundo...
                            ***                                                                                                            
Hay personas que son capaces de eso, de entretenerte, de hacerte reir, de emocionarte simplemente con hablarte. Hoy he estado con un par de ellas. La primera probablemente no lea esto nunca, la segunda, lo hará nada más esté publicado. Y somos capaces de amar a esas personas, de quererlas con toda nuestra alma, porque nos entienden, mejor que nadie, y porque van a estar ahí siempre.


Si, sabes que va por tí, por tí, señor afín, que me entiendes sin palabras. ¿hacerte un tablón en tuenti? no te pega. Te mereces muchisimo más.


Y ahora duerme, antes de hacerte una brecha.

martes, 31 de mayo de 2011

¿Algo que objetar?



Cuida la ortografía
Procura cuidar la ortografía en tus textos. Las faltas son a tus artículos lo que las notas disonantes a la mejor composición musical. Por eso en los grupos de medio pelo siempre es el cantante el único que moja.
Dividiremos los errores ortográficos entre los que te pegan un puñetazo en la nariz y los que estropean el ritmo, aunque en realidad cualquier tipo de falta ortográfica termina destrozando el ritmo y la moral del lector avezado.
En la primera clase se encontrarían palabras como “esquisito”, “umilde”, “expectador” o “vevida”. Cagadas de ese tipo te desacreditan directamente como escritor y rompen completamente el ritmo de la lectura, entre otras cosas porque el lector va a pensar que si hubiera un carné de escribir a ti te lo deberían haber quitado hace tiempo. Cosas como “ginete” o “imberosímil” deberían costar doce puntos de una tacada. Aunque creas que vas bien, lo mejor para todos es que no salgas a conducir un artículo en esas condiciones.
En la segunda clase, aquellas faltas que básicamente rompen el ritmo de lectura, se encuadran cosas como los diferentes usos del por-qué (junto y separado), el si-no y las maravillosas posibilidades de acentuación de cuandocomo , quiendonde y por-que. Algunas de ellas harán que te retiren un par de puntos del carné y otras dejarán al lector cavilando sobre lo que realmente querías decir, abortando en cualquier caso su carrera hacia la risa.
fuente http://www.elsentidodelavida.net/como-escribir-bien

Cap. 3: Sin miedo a sentir

Cap.3: sin miedo a sentir.


Volví a casa en cuanto me aseguré de que Noelia iba a estar bien. Subí los escaloncitos de la entrada arrastrando los pies y giré la llave en la cerradura .Solo dio una vuelta, lo que suponía que mamá estaba en casa. La encontré de pleno al entrar. Estaba sentada con la cara inexpresiva y las ojeras que iban ganando terreno en su cara, día a día. Había adelgazado alarmantemente... nadie diría que era la misma de antes.
-Hola mamá.- solo me miró, con esa mirada que suele ir acompañada de una sonrisa, pero no, no le quedaban de esas. Me recordé a mi misma que debía seguir tratándola de convencer para que fuera al médico, pero en vez de decirle nada le di un beso fugaz en la mejilla y subí a mi habitación.
Ni siquiera me puse con los deberes, ya se los pediría a Noe. Dejé los zapatos sobre la alfombra que por cierto me habían costado un riñón. (Los zapatos, claro, la alfombra era de las baratas del ikea, de esas que te cuesta creer lo que ves cuando miras la etiqueta). Con el dedo del pie le di al play y minutes to midnight empezó a sonar. No tenía ningún sueño, más bien ganas de salir y divertirme. Que ya era hora.

Leo estaba sentada en la arena. Le encantaba sentirse así. Se le estaba haciendo tarde pero en cierto modo daba igual, nadie le iba a echar la bronca como a cualquier adolescente normal, ventajas que una tiene cuando se pertenece a una familia a la que se calificaría de disfuncional sin problemas. Acarició la arena con los pies descalzos, y dejó que el sonido de las olas le acariciase a ella.

Sergio paseó los dedos por las cuerdas, una a una, por las seis, nostálgico. Su habitación parecía extrañamente vacía, y ya era hora de intentar, (al menos intentar) arreglarlo. Les sacudió el polvo. Era sorprendente la cantidad que se podía acumular en tan solo tres meses. Puede que ya fuese hora de volver a usarla, cogió un bolígrafo y se puso a escribir. A escribir, a tachar, borrar... Una a una las notas, y también los dedos iban encontrando su posición, la adecuada para que fuese como debía ser para ella. Única. Eva.

Noelia, en casa, sonrió, Eva tenía razón. Leo no era la persona más indicada para dar consejos, ella no conocía a Adri, aunque conociendo su historial era mejor así mientras más lejos de un tío mejor. Prefería hablar con él y que le explicase las cosas.

Como si hubiese estado escuchando Leo marcó el número de Adri. Tenía ganas de hablar con él, pero lo pensó mejor. Le mandó un mensaje y apagó el móvil, así le sería técnicamente imposible poner una excusa para no quedar esa noche, y para ser sinceros... tenía muchísimas ganas de verlo. Además la arena podía llegar a ser una alternativa interesante.

Mi mal humor iba en aumento, estaba encerrada en casa, concretamente en mi cuarto, y para colmo a mi madre le había dado otro de sus ataques de nostalgia. (De ahí que no saliera de mi cuarto... cuando mamá llora, llora lo suficiente como para dar dolor de cabeza a la mitad de la población mundial)¿Pero es qué esa mujer era tonta? Yo la quería muchísimo, pero ¿nunca iba a aprender? Y para colmo nadie, pero NADIE parecía poder quedar. Le di una patada a la mochila, mierda, Leo había quedado, últimamente la llamase cuando la llamase estaba apagada o fuera de cobertura, mierda Noe con Adri, otra patada, mierda, dolor de pies. ¿Y yo? ¿A quién le importaba? La respuesta no se hizo mucho de rogar. Sonaron los altavoces de mi ordenador (también de los baratos, por cierto). Tenía un mensaje instantáneo."¿Nos vemos donde siempre, y a la hora de siempre? Será como si nunca hubiese sucedido".

Llevaba tres meses esperando ese mensaje, e intentando evitarlo, así que lo más lógico habría sido ignorarlo, desconectarse o ¡Qué se yo! Pero la alternativa resultaba demasiado tentadora. Me lo debía a mi misma. Y con una sonrisa y sin miedo a sentir salí a la calle. La noche prometía. Sergio.